lunes, 30 de marzo de 2020

UNA ESCUELA EN ZAPATILLAS

   
     
Estos días, más que nunca, la escuela entra en casa, la casa se convierte en lugar de aprendizaje, cosa que, por otra parte, no debería dejar de ser nunca.
No olvidemos que muchas funciones de la familia no las puede asumir la escuela, que educar se hace mejor desde el cariño, que limitar es necesario para evitar precipitarse por el barranco, que crecer es algo que se hace al calor de una mano adulta que acompaña y acaricia.
Dicho esto entendamos que la casa es casa y la escuela, escuela. La escuela, como la familia, no puede desaparecer, en esencia, da igual la estructura pero necesitamos de su significado.
Cierto es que no todos los hogares tienen los medios para convertirse en escuela, pero no olvidemos que todos los medios del mundo no pueden sustituir el abrazo, el acompañamiento, el plato en la mesa sin prisa, la escucha, la conversación, el juego, la lectura de ese cuento contado una y mil veces.
Nos está tocando, como docentes, entrar a saco en las casas, a través de esa ventana que nos "comunica" con el mundo exterior, proponemos tareas, orientamos, valoramos, y lo hacemos desde nuestro espacio de intimidad, en zapatillas, también con nuestras cargas y angustias. A pesar de ello, no podamos evitar cierto reparo por la sensación de invadir un terreno tan delicado.
¿Qué ocurre en aquella casa donde el espacio de convivencia es de 40 metros cuadrados y la única red de apoyo es la que abarca ese reducido espacio?
¿Cómo funciona esa familia donde el ordenador sigue siendo un lujo, la red se agota y el móvil arde en deseos de contar verdades tan cuestionadas como supuestamente "incuestionables"?

Se abre la brecha digital y sangra, sangra desigualdades, porque pretendemos que el saber sea 3.0, que las aulas y los patios se construyan sobre plataformas informáticas, caer en el estrés de no ser menos, volver, de nuevo, a olvidar lo importante para ensalzar lo accesorio, primar el continente sobre el contenido.

Y ahora que esta pandemia se cobra, despiadadamente, la vida de gente anciana surge una de las voces más preclaras en la historia de la pedagogía, un hombre que nos aleccionó a toda una generación con dibujos tan simples que abruman con su inequívoca evidencia, FRATO, seudónimo del genial Francesco Tonucci nos invita a aprender con sencillez, desde la calidad y la calidez del hogar, desde esa escuela insustituible que es la familia, no la de las paredes sino la de las personas, porque familia es quien te cuida y te quiere y eso sí se enseña en nuestra escuela. Seguiremos siendo docentes, pero no permitáis nunca que la prisa os arrebate el tiempo de ser familia.

 
(Begoña A. Moratinos)

Mensaje de Francesco Tonucci from Integratek on Vimeo.

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