Una anda en verano con los sentidos como a medio gas, intentando recuperar las fuerzas necesarias para comenzar ese nuevo curso que asoma por la esquina del verano. Esperamos lo nuevo a sabiendas de que siendo un poquito más vieja habrá que enfrentarse otro curso a una infancia insultantemente joven.
En estas andamos, aprovechando cada rayo de sol, empapándonos de mar o disfrutando de cualquier calma posible cuando una bofetada cruel rompe el aire al recibir esa llamada que desearías que no llegara nunca: ha muerto un amigo al que una maldita enfermedad amenazó hace unos meses y ha muerto un maestro, de esos que adoran su profesión y lo dibujan a diario en el corazón de su alumnado.
Celso era maestro del Alfonso Camín, el profe de E.F. Hoy la escuela está un poquito más huérfana, lloramos su marcha y nos unimos al dolor de la que fue su chica, Ángeles, trabajadora social de La Calzada porque no concibe serlo de otro sitio, esa que siempre va ¡a muerte con la vida! y que ahora se enfrente a la más dura de las despedidas.
Hasta siempre Celso, quienes te conocimos sabemos de tu energía, intentaremos que esta nos haga ser un poquitín mejores.
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